lunes, 13 de noviembre de 2006



CANALETES. Fuente situada en la parte norte de Las Ramblas y que da nombre a ese tramo. Escenario habitual de las celebraciones de cada victoria importante del Barça, las cuales se han convertido en los últimos años en un verdadero quebradero de cabeza para el ayuntamiento debido a los destrozos y los saqueos a los comercios colindantes. Si en años pasados el pato lo pagaba el Burguer King por razones obvias, ahora se ha puesto de moda saquear las tiendas pijas del Triangle en la calle Pelayo. El ayuntamiento llama “descontrolados” a los que así actúan, sin tener en cuenta que lo que mueve a estos saqueadores es la codicia material, pilar fundamental del capitalismo, cuya ideología profesan abiertamente todos los partidos políticos del parlamento catalán. Los autores de estos saqueos, al contrario de lo que pudieran pensar ellos mismos o los políticos, están “controladísimos”.
La fuente de Canaletes comparte con la Fontana di Trevi de Roma la leyenda de un regreso seguro a la ciudad si se cumple con el ritual establecido, el problema es que si en la fuente romana se trata simplemente de tirar una moneda, en Canaletes tienes que beber su agua.


AGUAS DE BARCELONA. Esta empresa privada es la que gestiona, abastece y cobra el agua que los barceloneses utilizan en sus casas para ducharse, fregar platos o regar las plantas. Que un bien común sea gestionado, suministrado y cobrado por una empresa privada relega el uso privado de la misma a la categoría de lujo. Sin embargo el barcelonés tiene el consuelo de pensar que al menos la empresa en cuestión es catalana, cosa que no ocurre en Argentina, donde también gestiona, abastece y cobra el agua la misma empresa. Si imaginamos un pueblo aislado en una región deprimida de la Europa de las Naciones, donde el pozo es custodiado por un hombre que cobra cada vez que un vecino se acerca con la simple intención de sacar agua, la tarea de esta empresa no nos parecerá tan obvia.
Por otra parte, el agua que esta empresa suministra es asquerosa, comparada con la de otras regiones de la península, y existe la sospecha de que se manipula para que sea lo peor posible y así el negocio del agua embotellada siga siendo igual de fructífero.
El número de fuentes públicas en Barcelona es ínfimo porque existe el riesgo, para la empresa, de que muchos vecinos se sirvan de ella en lugar de pagar el agua corriente.

MACBA. Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona. Este proyecto arquitectónico, encargado a un arquitecto que hurgó entre sus papeles y encontró un boceto ideal para una ciudad en pleno sueño provinciano de ser la más moderna, parece un lavabo gigantesco. Paradigma insuperable del parachuting (un edificio que cae sobre una ciudad como si hubiera venido en paracaídas), el MACBA se esparció como un huevo frito y manchó los edificios del ala oeste con un muro de tres plantas, preciosamente decorado con un precioso mural de Chillida, el más preciado copión de Oteiza (por eso al otro lado hay un modelo de “La Ola” de Oteiza, para compensar). Este muro impide que llegue la luz del sol a los balcones traseros de este edificio de la calle Joaquim Costa, pero no pasa nada, la ciudad ha ganado un museo, una plaza donde paulatinamente se va prohibiendo todo aquello que el vecindario hace en ella (fútbol, cricket, skate, patines, etc), una librería subsidiaria y en definitiva, un lugar ideal para rodar spots y campañas electorales del partido que gobierna en el ayuntamiento donde unos chavalillos hacen todo eso que está prohibido hacer en la plaza.

Lucas Quejido.



Deborah Fernández

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